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Congosto y los mares del sur

Congosto y los mares del sur
Por Juan Carlos García Palacio.
Actualizado el 18/10/2008 a las 17:57(CET)
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El Decantador
En agosto, paseando por Londres, mientras cruzaba el Támesis por el puente de Westminster, me detuve a contemplar las aguas surcadas por los numerosos barcos que recorren su cauce transportando viajeros en un recorrido turístico que muestra la ciudad asomada a sus orillas.
 
Fue en ese contexto de mi primera visita al Reino Unido donde, llevado por las brisas de la Historia, vino a mi mente el nombre de James Cook. El capitán Cook realizó numerosas aportaciones a la náutica, y es sobre todo conocido por haber tomado posesión de Australia para su patria.
 
De inmediato y con más intensidad, un nombre se impuso, “D. Álvaro de Mendaña”, y un topónimo, “Congosto”. En aquellos momentos para mí El Bierzo envolvió la atmósfera londinense. Pensaba que James había conseguido sus éxitos gracias, entre otros, a los descubrimientos que los navegantes españoles plasmaron en las cartas de navegación, y uno de ellos era precisamente don Álvaro.
 
Se podrá preguntar el lector qué motiva rememorar en esta carta al ilustre congosteño entre todos los navegantes, incluso de mayor relevancia. Hay entonces que significar una cercanía emocional al Bierzo, confluyendo además mi enorme curiosidad desde la adolescencia por el entonces llamado “lago español”, es decir, el Pacífico, y además una referencia suscitadora que ahora paso a describir.
 
Leyendo un reportaje en una edición digital pasada de la revista “Viajar”, escrito por don Álvaro Ibarrola, me impactó mucho su narración de cómo en un viaje suyo a Las Marquesas, llegó a la de Hiva-Oa, y en su encuentro con el por entonces alcalde, Guy Rauzy, escribió: 
“(…) Cuando me presenté ante él no me reconoció. Y es que habían transcurrido siete largos años desde que nos conocimos. Pero sabía que diciéndole “¡Viva Congosto, viva el botillo!”, este santo y seña resultaría infalible. Sonríó y preguntó por los amigos que tiene en nuestro país (…)”.
 
Que desde tan lejos, en tan apartado lugar, Congosto suscite emoción tan sentida y sea conocido, es algo que muchos pueblos de España pueden envidiar, y desde luego para cualquier español es algo impresionante.
 
También refiere don Álvaro de Ibarrola que el Alcalde de Tahuata se emocionó muchísimo con el grito berciano. Ambos habían estado en Congosto en 1995 cuando se inauguró el monumento a Mendaña.
 
Es manifiesto que Congosto proclama con mucho orgullo que uno de sus hijos, además de escribir una página en la Historia, haya proyectado internacionalmente al pueblo.
 
Dejando correr la imaginación, pienso en un Álvaro niño subiendo muchas veces al alto de la Peña, junto a la por entonces ermita, observado admirado el horizonte y preguntándose qué había más allá de las montañas. Si don Álvaro de Mendaña hubiese nacido hoy en día, con su inquietud, con su imaginación e impulso hubiese reflexionado desde el Santuario, mezclando en el cielo berciano la montaña y las aguas de lo que hoy es el mar más próximo formado por las aguas del Embalse de Bárcena: el mar berciano.
 
Antes, como ahora, un denominador común del mérito es llegar antes, abrir camino, descubrir. Congosto seguirá dando al mundo mentes inquietas necesitadas de tocar horizontes; habrá quien aluda al tantas veces mencionado “no hay nada nuevo bajo el Sol”, pero deberá hacerlo sabiendo que dicho proverbio añade: “pero hay mucho viejo por descubrir”.