«¡Por fin se han ido los romanos!», titula Ramón Carnicer uno de los capítulos del libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera. Cincuenta años desde la publicación de la primera edición de aquel periplo por la comarca olvidada y denostada, los romanos emergen en la vida de La Cabrera a través de los canales que condujeron el agua para explotar el oro de Las Médulas.
Casi dos mil años después, varios tramos de canales se reconvierten en un sendero internacional a la par que se desvelan, poco a poco, los detalles de la imponente construcción —dos millones de metros cúbicos de piedra removidos— y los caudales que aportaron para lavar el codiciado oro del imperio: entre 40 y 90 millones de metros cúbicos al año.
El yacimiento aurífero de Las Médulas era muy rico pero, como dice Carnicer, «tenían la pega de que a su alrededor no había una gota de agua para lavar las tierras». Para captar el agua del Cabrera, del Eria, del Oza y sus afluentes construyeron 600 kilómetros de canales con longitudes que van desde los 143 kilómetros del más largo, que parte de La Baña, a los 35 del más corto, que toma las aguas en el arroyo de Valdecorrales, por debajo de Llamas de Cabrera.
Olvidados durante mucho tiempo, los canales romanos recobran el interés cultural y turístico diez años después de que el ingeniero de minas Roberto Matías levantara su cartografía. Cerca de un millar de personas se han acercado desde mediados de julio a realizar alguna de las rutas guiadas desde el Aula de los Canales de Puente de Domingo Flórez.
Quedan, empero, muchos misterios por desvelar. Sobre todo acerca de la gente que los construyó. Habría que excavar alguno de los 49 castros que se han encontrado en su entorno y tener suerte. De momento, es posible disfrutar de 45 kilómetros de senda por los canales en una ruta, el GR-292, que cuenta con 62 kilómetros de recorrido. El pueblo de Llamas es uno de los puntos de partida para adentrarse en la Roma de La Cabrera.
El escritor de Villafranca del Bierzo relata su ‘encuentro’ con los canales romanos, que los lugareños llaman carriles, un poco más adelante, cuando se dispone a salir de Castrillo de Cabrera rumbo a Noceda. «Desde entonces no dejo de preguntar por los romanos, y compruebo que han dejado pocas simpatías en La Cabrera», continúa.
La obra de los canales se hizo a costa del esfuerzo (y explotación) de los ancestros de las gentes cabreiresas y Carnicer lo explica con su toque de gracia: «...Los romanos no los dejaban en paz. Primero, los habían requisado para los desmontes y el acarreo, haciéndoles trabajar de sol a sol y, luego, acabadas las obras, los vigilantes andaban siempre a vergajazo limpio con la gente porque las cabras y otros ganados se atrevían a beber a los canales o porque al andar por la parte alta desprendían piedras y tierras sobre los cauces».
Alguna licencia se tomaría el autor, pero sus tesis están respaldadas por las referencias histórias. La primera, del insigne Plinio, autor de la Historia Natural en la que habla de la magna obra de los canales de Las Médulas.
La descripción que el historiador hace de las obras de los canales en el siglo I es elocuente: «Aquel que los pica está colgado con sogas de suerte que el que lo ve desde lejos piensa que es alguna feroz especie de aves». Suspendidos en el vacío, los operarios nivelaban, fijaban y señalaban las líneas para el camino, y «no hay lugar para que el hombre pueda fijar las plantas, colgados en el aire, los obreros, como demonios», añade.
La magnitud de la empresa llamó la atención a otros escritores como Enrique Gil y Carrasco, también villafranquino. En sus crónicas del Viaje a una provincia del interior publicadas en el verano de 1842 en el diario El Sol apunta que «semejantes empresas, una vez llevadas a cabo debían agotar al parecer el ánimo y las fuerzas de los mismos señores del mundo». Y se compadece de los obreros: «¡Dichosos los trabajadores cuando en aquellas agrestes y empinadas cuestas tropezaban por una veta de tierra por donde no se extendían los enormes bancos de piedra viva que las pueblan».
La gesta de Flaco
Uno de esos hombres fue Flaco, aunque parece que no era exactamente cabreirés. Una inscripción descubierta en el canal que discurre entre Encinedo y Las Médulas desvela su papel en la obra: «flaci/interciso/seuroru/itc/susicus». Flaccus, de la tribu de los Seurri, pueblo indígena asentado en las tierras que actualmente se corresponden con la zona de Sarria (Lugo), cortó el canal 1 en ese punto.
Frente a la larga tradición sobre la utilización de esclavos en la explotación de Las Médulas y, por tanto en la construcción de sus canales, estos textos de dos mil años de antigüedad atestiguan que los romanos utilizaban mano de obra nativa. Se cree que los hombres que hacían estos trabajos eran jurídicamente libres, pero se les forzaba a trabajar en los canales a modo de tributo al imperio. Poco se sabe sobre las poblaciones castreñas localizadas hasta ahora en La Cabrera, casi medio centenar. Sólo las excavaciones arqueológicas podrían hacer luz.
También con nombre propio, Endius Carancinus, aparece otra de las inscripciones encontradas hasta ahora, en este caso cerca de Castroquilame, en el canal 0. La tercera, del canal 1, es ilegible. En otros lugares se han encontrado sólo números romanos que se creen que aluden a medidas.
En suma, que sin la magnífica obra de los canales hoy no sería posible contemplar Las Médulas, «uno de los lugares más importantes de la antigua Hispania» que dijera Carnicer. El complejo hidráulico consta de seis canales alimentados por las aguas del Cabrera y el Eria, con sus afluentes, y otros tres tributarios del río Oza, en las inmediaciones de Ponferrada.
En La Cabrera, con el tiempo, los canales fueron usados como carriles o caminos para laborear las tierras e incluso como áreas de refugio y huida de los numerosos maquis que vivieron en la comarca después de la Guerra Civil española. La huella romana se desdibujó. Pero no sólo en la memoria cabreiresa. Cuando en 1997 Las Médulas son declaradas Patrimonio de la Humanidad, las conducciones de agua, con sus túneles y acueductos, fueron ignoradas.
Hasta que en 2006 se dio curso a un expediente en Patrimonio para iniciar su declaración como Bien de Interés Cultural. Todavía está sin resolver aunque todos los municipios de La Cabrera han declarado estos espacios como zonas arqueológicas en sus normas urbanísticas y ya forma parte del entorno de Las Médulas
Los conocimientos aportados por el ingeniero de minas Roberto Matías han sido claves en la sensibilización de las administraciones. Hace diez años levantó la cartografía de los canales romanos a partir de la investigación realizada en la mina subterránea de Llamas de Cabrera, intacta desde época romana, y que cuenta también con una importante red hidráulica de 26 kilómetros de longitud y una docena de depósitos de regulación y distribución.
«Por allí arriba está la chabola, a donde íbamos con las vacas. Y en el Tornal había dos pozas, cuando hacíamos lino lo llevabámos allí a cocer», apunta Encarnación Guerra Panizo, una vecina octogenaria que sólo ha dejado el pueblo para visitar a sus hijas en París y en La Coruña. Conoce bien los carriles. De ir a la vecera, a cocer el lino y acarrear hierba. Hace poco vendió el carro chillón. Las rodadas están marcadas en la piedra base de muchos tramos de los canales.
Esta mañana, Encarnación ha subido con su sobrino de Madrid para mostrarle el nuevo panel con las rutas del GR-292 que parten desde Llamas de Cabrera. Es una ‘autopista’ del senderismo con proyección internacional. GR (gran recorrido) es la denominación que reciben los senderos de una red europea de caminos con implantación en Francia, Bélgica, Alemania, Portugal y España, entre otros.
La ruta fue inaugurada a mediados de julio y desde entonces ha recibido casi un millar de visitas, de las cuales, 320 han sido guiadas desde el Aula de los Canales de Puente de Domingo Flórez y 500 por libre.
La Domus Procuratoris o casa romana de Las Médulas ha recibido el triple de visitantes, unos 3.000, pero se considera un éxito el interés por surcar los canales romanos máxime porque el centro de Puente sólo está abierto los fines de semana. El proyecto se empezó a gestar en 2009 y cuenta con el respaldo del Consejo Comarcal del Bierzo, por lo que se ha desarrolado en los dos municipios cabrerireses que pertenecen al mismo, Puente de Domingo Flórez y Benuza.
Se invirtieron cerca de 370.000 euros de fondos europeos gestionados por el grupo de acción local Asodebi para limpieza y señalización de 45 kilómetros de canales romanos. La ruta suma en total 65 kilómetros ya que en algunos tramos se desvía del trazado de la red hidráulica o ésta se ha perdido. Tiene una completa web (www.canalesromanos.es) y rutas guiadas, además de un aula de interpretación en Puente de Domingo Flórez.
Precisión romana
En el recorrido se percibe el «suavísimo desnivel» de los canales sobre la montaña, del 0,2%, da cuenta de la gran precisión con que fueron trazados por los ingenieros romanos. «La gente de La Cabrera está segura de que los romanos tenían mejores ingenieros que los que de algún tiempo acá andan haciendo mediciones por la Herrería de Llamas y que se presentan de vez en cuando con mucho aparato de polainas, banderines, palos blancos y rojos, lentes de larga vista y máquinas de retratar», escribió el villafranquino.
También Gómez Moreno habló de la hazaña de llevar el agua hasta Las Médulas, pero fue la lectura del libro de Ramón Carnicer la que incitó a Claude Domergue, el creador del concepto de patrimonio minero en la civilización romana, a sumergirse en la investigación de la minería del oro romana en la península ibérica.
Los obreros movieron más de dos millones de metros cúbicos de piedra para trazar la sinuosa red hidráulica que la más importante del mundo en la minería del oro. Para hacer el cajeado de los canales se picaba en la piedra viva, aunque a veces no era necesario al aprovecjar la roca de la montaña, y se cerraban con mampostería utilizando tan solo herramientas manuales de hierro.
Para abrir los túneles se utilizó el fuego pues la roca, sometida a altas temperaturas, se revienta con una explosión. También el agua servía para reblandecer la dura piedra. Después seguían picando. Así se observa en los dos túneles que se pueden ver al final de la ruta pequeña de Llamas de Cabrera por el canal C-1 y que desembocan en una maravillosa cascada del arroyo del Valdecorrales.
Los canales tienen una anchura de 1.20 metros y la pared de cierre era de 90 centímetros, suficiente para los aportes de agua necesarios. Se estima que los canales transportaban a Las Médulas entre 40 y 90 millones de metros cúbicos al año.
«Se construyeron desde los depósitos hacia las zonas de captación, es decir, iniciando la obra en las zonas de descarga en el propio yacimiento y avanzando lentamente al encuentro de los cauces fuviales más importantes, aunque aprovechando también el agua de los numerosos arroyos que se interceptan en el trayecto», explica el ingeniero leonés.
La obra se hizo de cotas más bajas a cotas más altas, de abajo a arriba. Cuentan con corredores de servicio hechos sobre la roca con retranqueos y mampostería. El primero en construirse es el llamado C-0, de 45 kilómetros de longitud y que discurre a menos de 600 metros de altitud desde Odollo hasta Las Médulas, muy cerca de Salas de la Ribera, por Santalavilla y Pombriego. A medida que la explotación aurífera avanzaba, se elevaba la altitud de los canales. Es lo poco que se sabe con certeza del sistema de explotación de Las Médulas. El canal C-1 parte de Encinedo y llega a la explotación aurífera tras 95 kilómetros de sinuoso recorrido, pasando muy cerca de Llamas de Cabrera. El C-2 capta las aguas en el arroyo de Valdecorrales discurre por 35 kilómetros.
Tres días de recorrido
El más largo es el C-3, que tiene la captación en La Baña y surca 143 kilómetros para llegar a Las Médulas. «Constituye la segunda conducción más larga de la antigüedad, sólo superado por el canal de abastecimiento a la ciudad romana de Constantinopla (actualmente Estambul)», precisa Matías. El agua tardaba tres días en llegar desde el lugar de captación en el río Cabrera hasta Las Médulas. A partir del arroyo de Rozana, en Pombriego, este canal se desdoblaba en otros dos, que pudieron servir para ampliar las zonas de trabajo en cotas de hasta 940 metros de altitud.
Unos vecinos de Llamas de Cabrera realizaron la ruta hasta Las Médulas por los diferentes tramos habilitados en el GR-292 en diez horas de caminata. En las rutas de senderismo habilitadas se aprovechan tramos de canales de las todas las conducciones de esta vertiente meridional de la red hidráulica excepto el C-2 que sólo se atraviesa en la etapa tres del GR-292. Las rutas guiadas se realizan por los senderos de pequeño recorrido que permiten acceder a lo más representativo de los canales con más facilidad y menos tiempo.
El canal C-4 tiene 81 kilómetros de longitud y toma las aguas en el río Eria. Es el primer trasvase de aguas que se realiza en la Península de una cuenca a otra, del Duero al Sil-Miño y discurre a 1.200 metros de altitud. Por encima de este canal se construyó y para complemetarlo se construyó el C-5 a la altura de Odollo en el arroyo de la Sierra si bien a lo largo de su recorrido de 41 kilómetros se enriquecía con aportaciones de otros afluentes del Cabrera, como Valdecorrales, en Llamas, La Quiana, en Santalavilla y Rozada en Pombriego.
Los dos canales de la vertiente septentrional toman las aguas en el río Oza. Son el CN1, con la captación en Peñalba de Santiago, y el CN-2, a la altura del pueblo de Ferradillo. Suman 71,2 y 51,7 kilómetros respectivamente. Ambos intervinieron tanto en la fase inicial como en la final de la explotación de Las Médulas.
En diez años, desde que se levantó la cartografía de los canales se ha avanzado «un poco» en el conocimiento y puesta en valor de los canales romanos. Sin embargo, todavía es un misterio el sistema de explotación del oro dentro de Las Médulas. Se da por bueno el concepto de ruina montium pero son varias las hipótesis sobre su funcionamiento. La primera fue lanzada a finales del siglo XIX por el ingeniero de minas José María Soler: un modelo de pozos verticales inundados por el agua. Pero no hay indicios de tales pozos.