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s2t2 -(10) La batalla de Cacabelos

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN LEÓN(10) La batalla de Cacabelos

Dispuesto a destrozar el ejército inglés dirigido por John Moore, Napoleón marchó desde la capital de España en diciembre de 1808 apoyado por un numeroso contingente de tropas. Una vez llegado a Astorga, el emperador francés fue informado por medio de un correo que Austria estaba decidida a romper nuevas hostilidades y salió hacia Valladolid, pero lanzando a los mariscales Soult y Ney detrás de los británicos, que marcaban su línea de retirada con saqueos y pillajes que arrasaron el solar berciano
FirmaTexto: Javier Tomé y José María Muñiz

La noche del 31 de diciembre, las divisiones de Fraser, Hope y Baird se encontraban en Bembibre, lugar donde corrió tanto la sangre como el vino. Cuando el grueso de la tropa enfiló el camino hacia Villafranca, quedaron abandonados en calles y bodegas alrededor de 200 borrachos y 500 rezagados. Testigos presenciales afirmaron que las puertas y ventanas de las viviendas estaban destrozadas y las cerraduras rotas. También las mujeres y los niños participaron en semejante ordalía de terror y alcohol, pues les escurría el vino de los labios y las narices, como si hubieran sido fusilados. A lo largo de la historia la violencia se ha salido casi siempre con la suya, según pudieron comprobar los atribulados vecinos de Villafranca del Bierzo: La ciudad mostraba las más fuertes escenas de desastre y desolación; partidas de soldados borrachos cometían toda clase de barbaridades; muchas casas estaban en llamas y cierta cantidad del equipaje y suministros militares, para los que no había medio de transporte, se quemaron en la plaza. El ron corría por el suelo; los barriles habían sido abiertos por las calles, y una promiscua chusma bebía y llenaba botellas y cántaros de los regueros. Todas las calles estaban repletas de caballos, mulas y carros.

Al entrar las tropas galas en el desolado Bembibre, los dragones se cebaron en la canalla borracha y descontrolada. La venganza hizo presa en los hombres desperdigados, que cayeron bajo el sable enemigo sin oponer apenas resistencia. Más tarde se incendió el Ayuntamiento con el archivo, la iglesia parroquial y el santuario del Ecce-Homo, acabando por quemar la totalidad de la villa. Las gentes huyeron a la carrera en busca de la seguridad de los montes vecinos, en un intento de poner a salvo su pobres enseres personales antes de que Bembibre se convirtiera, como de hecho ocurrió, en un monumento al horror supremo.

A golpe de fusta El día 2 de enero de 1809, Moore concentró a las tropas en Cacabelos para arengarlas con dureza, abochornado por la conducta de sus hombres: Si el enemigo tomó ya Bembibre, como creo, logró un extraño botín: ha tomado o destrozado muchos cientos de ingleses cobardes y borrachos, pues nadie sino los malvados cobardes borrachos se emborracharían en presencia o ante las mismas narices de los enemigos del pueblo. Y, antes que sobrevivir a tan infame conducta, espero que la primera bala de cañón disparada por el enemigo me pegue en la cabeza.

De poco sirvieron sus inflamadas palabras, pues aquella misma noche se expoliaron diversas viviendas del pueblo, provocando que un tribunal militar de urgencia juzgase a los responsables. Dictada la correspondiente pena de culpabilidad, los revoltosos fueron atados y recibieron, en sus desnudas espaldas, una serie de terribles golpes de fusta. El imponente general Edward Paget supervisaba la escena, ambientada tétricamente por el redoble de tambores que marcaba el ritmo de los latigazos. Posteriormente fueron juzgados dos soldados que habían robado un jamón, cometiendo un delito de saqueo que se castigó con la pena de muerte. La pareja fue llevada al árbol más cercano y, cuando estaba a punto de consumarse la ejecución, llegó al galope un oficial, anunciando que el enemigo estaba a punto de irrumpir en la villa. Paget acabaría por perdonar a los reos, tras su promesa de reformarse.

No era momento para castigos ni ejecuciones, así que el ejército de Moore se aprestó a la defensa, colocando en el castro de Bergidum 2.500 fusileros y una batería de 6 cañones. Otros soldados se distribuyeron entre los viñedos, detrás de los árboles y en los alrededores de las Angustias. Hacia la una de la tarde apareció por fin la vanguardia gala, después de tomar Ponferrada sin disparar un solo tiro. El contingente de ingleses que ejercía labores de vigilancia cruzó el puente sobre el Cúa y se desplegó por la margen derecha en orden de batalla. Ante ellos se plantó el joven y fogoso general Auguste Colbert, a quien el mariscal Soult había ordenado atacar sin esperar más refuerzos. En medio de una tremenda confusión, los dragones cargaron sobre grupos de rezagados que pretendían cruzar el paso, capturando a 50 fusileros. No obstante, una granizada de balas frenó en seco la acometida francesa, propiciando un momento de duda sobre el mejor punto para continuar el ataque.

Muere Colbert Colbert y sus hombres retrocedieron unos pasos para reagruparse, mientras el general acariciaba a una perrita de aguas que le acompañaba habitualmente en sus campañas. Según el escritor Enrique Gil y Carrasco, muy cercano a dichos acontecimientos, el apuesto militar francés caracoleaba sobre su corcel, a pecho descubierto y sin ocultarse del enemigo, animando a la tropa y repartiendo órdenes. Mientras tanto, los fusileros de Moore ascendieron el puente y se apostaron en él, seguidos a caballo por los húsares. Desafiando el peligro, Colbert inició otra embestida con los dragones dispuestos en columnas de a cuatro. Aunque muchos son batidos logran atravesar el puente, pero los disparos cruzados les impiden seguir hasta el castro. Un certero balazo acaba entonces con la vida de Colbert, alcanzado por un tiro en la frente. La orden del día adjudica semejante hazaña, realizada desde unos 140 metros de distancia, al escocés Tom Plunket, soldado del 95º. Junto al general también cayó su ayudante, Latour-Maubourgh, que falleció finalmente en Villafranca. El cronista Napier escribió el siguiente epitafio sobre Colbert: Su delicada y marcial figura, su voz, sus ademanes y, sobre todo, su atrevido valor, habían despertado la admiración de los ingleses, y hubo una pena general cuando el intrépido soldado cayó. La muerte de Colbert exasperó a los suyos, que sumidos en un torbellino de ruido y furia cargaron una y otra vez contra sus bien atrincherados rivales. Así continuaron durante toda la tarde, mientras la carretera quedaba obstruida por los cadáveres. Cuando la luz del atardecer se desvanecía, a eso de las cinco, aún se trabaron nuevamente en una lucha cuerpo a cuerpo entre los jinetes galos y los Casacas Verdes británicos. Casi de noche cesaba por fin la batalla de Cacabelos del día 2 de enero de 1809, cuya victoria fue reclamada por ambos bandos. Sobre el campo quedaron 200 o 300 muertos correspondientes a cada una de las naciones enfrentadas, un número de bajas similar que certifica lo ajustado del combate. Los franceses conquistaron Cacabelos, efectivamente, pero los ingleses lograron proteger con ventaja su retirada. Concluida, por cierto, con la trágica muerte de John Moore en La Coruña, donde aún permanece enterrado. En cuanto al número de combatientes, los distintos autores no acaban de ponerse de acuerdo en las cifras. Mientras Thiers habla de 3.000 hombres de a pie, 600 de a caballo y muchos artilleros, Napoleón estima la retaguardia inglesa en 5.000 infantes y 600 jinetes. En una carta escrita desde Benavente un día más tarde, el emperador no otorga demasiada importancia al enfrentamiento, calificándolo de petit combat .

Recreación histórica

La sangrienta epopeya desarrollada a orillas del Cúa impresionó vivamente a las gentes de Cacabelos, que desde la lejanía contemplaron el desarrollo de la batalla y la muerte del joven general Colbert. Pese al extraordinario odio que se habían ganado a pulso los intrusos galos, enemigos acérrimos de la Religión y de todo lo sagrado, un sentimiento de piedad hacia los caídos inspiró letrillas como la recogida en Villafranca del Bierzo:

En España se quedaron

sin volver a sus hogares

muchos miles de franceses. ¡Cómo llorarán sus madres!

Gracias a la iniciativa conjunta de la villa de Cacabelos y del Centro de Iniciativas Turísticas Ribera del Cúa, en el mes de septiembre del año 2000 se llevó a efecto la I Recreación Histórica de la Batalla. En tan colorido y emotivo acto intervinieron hombres y mujeres del pueblo que representaban, debidamente ataviados a la usanza de la época, al ejército de Tiradores del Bierzo, unidad que realmente no llegó a tomar parte en el combate. Se trataba, en definitiva, de festejar la histórica efemérides instituyendo una tropa que se engrosó con la presencia de las damas españolas y los campesinos del lugar. A su lado, se contó con la presencia de grupos llegados de toda Europa para simular los bandos inglés y francés enfrentados a sangre y fuego el 2 de enero de 1809. Entre ellos, los Royal Green Jackets , la Asociación Rusa de Historia Militar, The Corunna Society, el 4º Regimiento del Real Cuerpo de Artillería y los Chasseurs â Cheval de la Garde . De una u otra forma, el pasado siempre forma parte del presente. Y aquella primera edición de un espectáculo que trata de recuperar la memoria de este episodio fundamental en el periplo histórico de Cacabelos, ha tenido continuidad en ediciones posteriores dada la gran acogida tributada por el público asistente. Con motivo de la I Recreación de la Batalla, y aprovechando la presencia de destacadas asociaciones dedicadas al estudio de los logros y la figura del emperador Bonaparte, se creó la Asociación Napoleónica Española.